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domingo, 13 de marzo de 2011

La Baronesa de Wilson

Emilia Serrano, nacida en Granada entre los años 1833 ó 1834, a los cinco años sus padres, el notario y diplomático Ramón Serrano y su esposa, María García, se traladan a Paris. Se crió dentro de un ambiente cosmopolita privilegiado, fue una lectora voraz que acumuló una gran cultura en los varios idiomas que dominaba
.

Desde muy temprana edad, a Emilia Serrano le seducían tres temas: el amor por las letras, la afición por los viajes, y su enorme fascinación con las Américas. Esta última pasión nació en la biblioteca de un anciano venerable, un tal don Máximo, quien veraneaba cerca de la casa que tenían los Serrano a orillas del Lago Como en Italia. A la joven Emilia le encantaba conversar con don Máximo y terminó por ganarle las llaves de su corazón así como las de su biblioteca, lugar donde se reunía una impresionante colección de obras americanistas. Años más tarde Emilia Serrano recuerda nítidamente las horas mágicas que pasó en la biblioteca de don Máximo:

“Las escenas de la vida de los indios, descritas gráficamente; los descubrimientos y conquista, las batallas, las heroicidades de españoles y de indígenas, la lucha tenaz y justa de los hijos del Nuevo Mundo contra los invasores, me enajenaron hasta el punto de olvidarme de todo lo que no era leer, dándose el caso de renunciar a paseos y a otras distracciones, por entregarme a mi pasión favorita. (América y sus mujeres 12)”.

Conoció en persona a Alfonso de Lamartine, Alejandro Dumas hijo (de quien tradujo el drama El hijo natural, Valparaíso, 1861) y Francisco Martínez de la Rosa, escritores que luego colaboraron en las revistas que fundó, como Revista del Nuevo Mundo o La Caprichosa (Madrid, 1859).

Antes de llegar a los 15 años de edad, contrajo matrimonio con un inglés aristocrático (de ahí su nombre de pluma, "Baronesa de Wilson") y que, apenas cumplidos dos años de casados, enviudó. Pocos años después le acaeció una segunda desgracia, la muerte a los cuatro años de edad del fruto de su matrimonio, la pequeña Margarita Aurora. En honor a su hija fallecida, Emilia Serrano escribió un manual de conducta para las jóvenes, El Almacén de las Señoritas, obra que se volvió muy popular en todo el mundo hispanohablante

Con viajes por Europa y España, esta vez acompañada de su madre, y mediante el cultivo de las letras, poco a poco se sobrepuso la recién enviudada a sus dolores, integrándose plenamente a la vida intelectual, primero en París y luego en España. Publicó poemas patrióticos, religiosos, y sentimentales y también redactó varias novelas, entre ellas, Magdalena y Misterio del alma.

Años más tarde contrae matrimonio en segundas nupcias con el Dr. Antonio García Tornel, entonces, alternará los nombres de sus dos maridos, firmando siempre como "baronesa de Wilson" o como "Emilia Serrano de Tornel", según costumbre inveterada en la época que solía condicionar la firma literaria de las escritoras.

En 1865 la inquieta escritora viaja a América por primera vez. La realidad americana la fascinará de tal manera que a este viaje seguirán otros cinco, en los que recorrerá por completo el continente desde Canadá hasta la Patagonia. Su talante aventurero, tan excepcional en una mujer de la época, causará, sin duda, desconcierto entre sus contemporáneos, para quienes la sospecha pesa sobre los desplazamientos de las mujeres, y sobre todo, de aquellas mujeres que viajan solas. De hecho, contra ello se emplearon los sutiles mecanismos ideológicos desplegados para condicionar ineludiblemente la domesticidad de las mujeres. Sin embargo, el animoso carácter viajero de Emilia Serrano resultaba difícil de disuadir, faceta que causará admiración entre algunas de sus más avanzadas compañeras del mundo de las letras, como la almeriense Carmen de Burgos, Colombine, quien escribirá reivindicativamente en 1911:

“Su labor no ha sido la del geógrafo o historiador teórico, que sólo se inspira en los escritos de otro autores. Ella [...] ha realizado peligrosos viajes, como el de remontar la corriente del Plata y hacer las ascensiones de los ásperos flancos del Tandil, del Aroncagua [sic], el Misti, el Chimborazo, etc. [...]. Ninguna mujer ha realizado jamás tan penosos trabajos ni abarcado empresa de tal magnitud [...]. Por menos se han aplaudido viajes de francesas e inglesas, celebrando su esfuerzo en todos los tonos. Y estos viajes no han sido de turista; han sido de mujer estudiosa, laboriosa, que ha trabajado incansable”.

Si Serrano de Wilson se inserta dentro de un ámbito masculino al identificarse con los descubridores y los conquistadores, la misma tendencia se puede observar respecto a sus aspiraciones como naturalista o científica, actividades esencialmente masculinas que motivaron muchas de las expediciones del siglo XIX.

Entre los grandes naturalistas, ninguno tuvo mayor influencia sobre Emilia Serrano que Alexander von Humboldt. A menudo ella cita los estudios de Humboldt para así legitimizar sus propias interpretaciones de la naturaleza americana. La resonancia entre las voces de Wilson y Humboldt se hace especialmente fuerte cuando la geografía por la que transita doña Emilia coincide con momentos cumbres de la aventura humboldtiana. Se nota este fenómeno en el Ecuador al acercarse doña Emilia a la capital por el camino de los volcanes. Ella cita a Humboldt para indicar la altura de los picos nevados y en la descripción que nos hace del Chimborazo, se trasluce la gran fascinación que sintió Humboldt por ese volcán, "El Monarca de los Andes," pico que no se dejó conquistar ni por él ni por el gran libertator Simón Bolívar.

Otro lugar icónico del cosmos humboltiano que había quedado hondamente grabado dentro de la imaginación europea y que figura de manera muy prominente en el texto de Emilia Serrano fue el Salto de Tequendama, maravilla natural que se halla a poca distancia de Bogotá. El éxtasis que le inspiró a doña Emilia su visita a este lugar y que ella describe en prosa y en verso refleja claramente las reacciones expresadas por Humboldt.

Un detalle curioso que demuestra la forma en que Emilia Serrano esculpía su imagen de científica es su insistencia en llamar la atención a su "maletín," accesorio de viaje en el que guardaba los numerosos artefactos que coleccionaba y los apuntes que iba tomando en archivos y bibliotecas. El "maletín" simbolizaba la seriedad con que se entregaba a sus actividades intelectuales y su gran satisfacción ante el hecho de que en las Américas le solían facilitar el acceso a las bibliotecas, privilegio vedado a las mujeres en España.

Después de más de diez años de recorrer tierras americanas, en el año de 1883 Emilia Serrano de Wilson llegó a México. Data de este año una biografía autorizada, La Baronesa de Wilson: su vida y sus obras, redactada por Ramón Elices Montes. Obra publicitaria que alaba todas las proezas de la "Cantora de las Américas," este libro tiene el valor de proporcionarnos un catálogo muy completo de las obras que había publicado Emilia Serrano hasta aquella fecha, las revistas en que había colaborado, y los numerosos honores que le habían concedido. Su biógrafo describe las mil "curiosidades" que figuraban dentro de su colección personal, "un mosaico de inestimable valor" que incluía "vestigios de dos civilizaciones y de muchas centurias." Sus artefactos y apuntes constituían "preciosos comprobantes con afán buscados en todo el continente americano y que sólo la heroica constancia y la investigadora fe de la ilustre escritora pudieron reunir".

A fines del XIX se asentó en Barcelona, donde permanecerá trabajando incansablemente hasta su fallecimiento. Emilia Serrano morirá a comienzos de enero de 1923, tras una existencia dinámica y viajera, en la que había afrontado con un continuo espíritu de descubrimiento la trasgresión que suponía para la mujer decimonónica salir del rígido ámbito de la esfera privada y romper los moldes de la domesticidad que le quedaba reservada. Si bien es verdad que tuvo en este punto a su favor su pertenencia a una clase social privilegiada, no es menos cierto el mérito que comporta el haberse enfrentado al orden establecido al rechazar manifiestamente el papel decorativo y ocioso que la sociedad reservaba para las mujeres de la alta burguesía y de la nobleza. Emilia Serrano nunca llevó a cabo una toma de postura con respecto a la situación de subordinación de la mujer, e incluso utilizó para firmar el apellido conyugal, pero entabló contacto con muchas de sus compañeras coetáneas y dedicó las páginas de sus libros a resaltar el papel pionero de cuantas la habían precedido. Si todo esto se llevó a cabo con contradicciones, éstas deben tomarse en su mayoría como fruto de una época cambiante y confusa, y del conflicto en que se debatían una gran mayoría de escritoras, deseosas de encontrar una voz propia fuera de los tipificados roles impuestos.

Con todo, el éxito de Emilia Serrano, ha quedado relegado a un segundo plano si se tiene en cuenta el arduo trabajo de investigación y crítica que realizó durante toda su vida. Es cierto que gracias a su posición social no tuvo que preocuparse por la financiación de aquellos viajes. Pero no fue el dinero sino las ansias de conocimiento la que llevaron a Emilia Serrano a recorrer el mundo mientras otras mujeres de su mismo estatus se dedicaban al ocio en el hogar. La baronesa de Wilson fue una auténtica aventurera y creó a su alrededor un auténtico círculo de mujeres excepcionales que han alimentado con sus creaciones la Historia de la Literatura.

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