Serranilla es una composición poética de finales de la Edad Media, cuyo tema suele ser el encuentro en la montaña y el diálogo, generalmente amoroso, entre un caballero y una campesina, una composición lírica del siglo XV, generalmente en versos cortos, derivada de las antiguas cánticas de serrana.
Su equivalente en la literatura provenzal sería una pastorela, si bien en este caso el personaje femenino es una pastora. Las serranas eran personajes de existencia casi legendaria y habitaban en escondidos puertos o pasos de montaña. Eran de una gran rusticidad de costumbres y de una tal simplicidad moral que escandalizaban a personajes más cultivados que, extraviados por la dureza del camino y el clima hostil, se veían obligados a pedirles albergue, por lo cual ellas pedían una especie de peaje, bien sexual, bien en forma de algún regalo. A algunas, incluso, se les atribuían crímenes o desapariciones de viajeros, ése es el origen de la leyenda de La Serrana de la Vera. Estos argumentos dieron origen a los romances y piezas teatrales del Siglo de Oro.
Como género literario Ramón Menéndez Pidal reconstruyó el ejemplo más antiguo de serranilla que conocemos, anterior a 1420, “Serranilla de la Zarzuela”:
“Yo me iba, mi madre,
A Villa Reale,
Errara yo el camino
En fuerte lugare.
Siete días anduve
Que no comí pane,
Cebada mi mula,
Carne el gavilán,
Entre la Zarçuela
E Darçután
Alçara los ojos
Hazia do el sol sale.
Picara mi mula
Fuime para allá;
Perros del ganado
Sálenme a ladrar:
(vide una serrana
del bello donaire.)
- Llegaos, caballero,
Vergüenza no hayades;
Mi padre y mi madre
Han ido al lugar,
Mi carrillo Minguillo
Es ido por pan,
Ni vendrá esta noche
Ni mañana a yantar;
Comeréis de la leche
Mientras el queso se hace.
Haremos la cama
Junto al retama;
Haremos un hijo,
Llamarse ha Pascual;
O será arzobispo,
Papa o cardenal,
O será porquerizo
De Villa Real.
- ¡Bien por vida mía
Debéis de burlar! ”
Pocos años después encontramos una serie de serranillas, muchas de ellas paródicas y cómicas, en el Libro de Buen Amor de Juan Ruiz, arcipreste de Hita, que pertenece a la primera mitad del siglo XIV. Ya en el siglo XV, don Iñigo López de Mendoza, Marqués de Santillana, compuso unas célebres serranillas en las cuales idealizó a las serranas, muy probablemente a causa del influjo de la refinada lírica provenzal y sus pastorelas. Los cancioneros de ese mismo siglo y del siglo XVI contienen algunas cancioncillas que pueden ser reformulaciones de esas cantigas o villancicos de serrana desaparecidos.
El Marqués de Santillana es especialmente recordado por sus serranillas a imitación de las pastorelas francesas, pero inspiradas en una tradición popular autóctona propia.
Serranilla I
“ Serranilla de Moncayo,
Dios vos de buen año entero,
Ca de muy torpe lacayo
Faríades cavallero.
Ya se pasava el verano,
Al tiempo que onbre se apaña
Con la ropa á la tajaña,
Encima de Oxmediano
Ví serrana sin argayo
Andar al pie del otero,
Mas clara que sale en Mayo,
Ell alva, nin su luzero.
Díxele: “Dios nos mantenga,
Serrana de buen donayre.”
Respondió como en desgavre:
“¡Ay!, que en hora buena venga
aquel que para Sanct Payo
desta yrá mi prisionero.”
E vino a mí como un rayo
Diziendo: “Preso, montero.”
Díxele: “Non me matedes,
Serrana, sin ser oído,
Ca yo non soy del partido,
Desos por quien vos lo avedes.
Aunque me vedes tal sayo
En Agreda soy frontero,
E non me llaman Pelayo,
Magüer me vedes señero.”
Desque oyó lo que dezía,
Dixo: “Perdonad, amigo,
Mas folgad ora comigo,
E dexad la montería.
A este currón que trayo
Quered ser mi parcionero,
Pues me falleció Mingayo
Que era comigo ovejero.
Entre Torellas y el Fayo
Pasaremos el Febrero.”
Díxele: “De tal ensayo,
Serrana, soy placentero.”
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