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domingo, 25 de diciembre de 2011

Flamenco Serranas

Las Serranas son un palo flamenco que se pierde en la sierra de Ronda o Córdoba, dependiendo de qué flamencólogo lees. En sus comienzos, se cantaba a palo seco, sin acompañamiento musical. Con el tiempo adquirió un compás de verdiales, y posteriormente el de siguiriyas que hoy en día es el ritmo siempre empleado.

Según Antonio Mairena y Ricardo Molina: “La serrana debió ser una canción que tuvo la suerte de ‘aflamencarse’ a mediados del siglo XIX”.

Tal como indica su nombre, es un cante de las personas de la sierra. El contenido de los versos casi siempre habla de contrabandistas, pastores o fugitivos, y rara vez de aquella temática tan presente en el flamenco como el amor o el desamor. Esta característica, combinada con el hecho de que las serranas carecen de las palabras derivadas del caló que salpican otros cantes, demuestra que estamos ante una forma influenciada más por el folklore andaluz que el gitano.

La música que acompaña el cante es pausada y solemne, tocada tradicionalmente por arriba (posición de “mí”), en lugar de por medio (posición de “la”), como es la costumbre para la siguiriya. Es un cante con cierto carácter masculino, poco interpretado por las mujeres.

La estructura poética es básicamente un verso de 7 estrofas, la primera, tercera y sexta de las cuales contienen siete sílabas cada una, y las demás, cinco sílabas, lo cual hace que sea una seguidilla clásica.

Partiendo de un verso de siete líneas, el cantaor agrega muchas repeticiones que tienen el efecto de aumentar la solemnidad del cante. El siguiente verso popular por ejemplo:

Por la Sierra Morena
va una partía
y al capitán le llaman
José María,
no será preso
mientras su jaca torda
tenga pescuezo.

Podría cantarse de la siguiente manera:

Va una partía
va una partía
va una partía
por la Sierra Morena
por la Sierra Morena
va una partía
Ay….,
va una partía

Va una partía
y al capitán le llaman
y al capitán le llaman
José María
Ay….,
José María

No será preso
mientras su jaca torda tenga pescuezo
mientras su jaca torda tenga pescuezo


Vemos que este verso está dividido en tres partes, las dos primeras podría contemplarse como el verso en sí, y la tercera, una especie de final o cambio porque su naturaleza musical se diferencia de las primeras. Hay otro elemento que puede ser empleado para indicarlo es la siguiriya porque no es más que eso. El verso tiene la métrica inconfundible de la siguiriya, y puede cantarse por siguiriya, independientemente de la serrana. Además, la siguiriya que finaliza las serranas no guarda relación con el contenido del verso que le precede. A diferencia del final, no sigue la narrativa del verso principal, y la misma siguiriya sirve para cerrar cualquier cante de serranas.

He aquí dos de las siguiriyas más empleadas para finalizar las serranas. La primera, la siguiriya de María Borrico (1818-1880):

Dice mi compañera
que no la quiero
cuando la miro, la miro a la cara
y el sientío pierdo

Y la siguiriya de Tomás el Nitri (1830-1890), basada en la de su maestro, Diego el Fillo:

Arbolito del campo
riega el rocío
como yo riego las piedras de tu calle
con llanto mío

Estas siguiryas se cantan “corridas”, de un tirón, sin repeticiones ni descansos. Se cree que la practica de terminar las serranas con un verso de siguiriya empezó con Silverio Franconetti (1825-1893).

Una característica importante de las serranas es el aveo o lamento en las dos partes principales del verso. El cantaor asciende una escala musical completa pasando por los tonos “mí, fa, sol, la y fa”, antes de descender rápidamente de nuevo al tono base de “mí”, con dramático efecto. Esta peculiaridad, y el hecho de que el verso se divide en dos y se remata con un cante disímil, muestran el fuerte parecido entre caña y serrana. También el cante de serranas está estrechamente vinculado al polo y la liviana, éste que se emplea a menudo de modo de introducción a la serrana.

El primer maestro reconocido de las serranas del que tenemos noticia fue Silverio Franconetti que desempeñó un papel principal en el desarrollo y popularización de este cante. Su obra fue fielmente continuada por Antonio Silva “El Portugués”, Fernando “El Herrero” (1880-1945), Antonio Rengel, y más recientemente, Pepe “El de la Matrona” (1887-1980), y Rafael Romero (1910-1991).

Antonio Ruiz Soler (1916-1996), fue el primero en bailar las serranas, pero hay que recordar que esto ocurrió poco después de que el bailaor Vicente Escudero (1895-1980) fuera el primero en bailar al cante de siguiriyas.

Este artículo fue publicado por primera vez en mayo, 1968, en vol. 1, nº 1 del FISLetter.

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