Villa Serrana es un poblado ubicado en el departamento de Lavalleja en Uruguay, a 25 kilómetros al noreste de la capital departamental Minas, entre los valles de los arroyos Penitente y Marmarajá. Fue fundada en 1946 como una villa de descanso de estilo europeo. Fue enclavada entre la sierra del Penitente y las de Carapé. Tiene una población estable de 71 habitantes.
En 1769 una extensa fracción del territorio donde se erige Villa Serrana fue concedida por el gobernador de Montevideo a Francisco Pérez Fontán. El 16 de abril de 1945 se constituyó Villa Serrana S.A., con el objetivo de desarrollar villas residenciales en lugares de naturaleza panorámica. En junio de 1946 la sociedad adquirió terrenos a herederos de Pérez Fontán.
La sociedad pensó en construir una villa de retiro, cuya atracción estaría dada por el exotismo panorámico al abrigo de las laderas de los cerros. Para ello convocó al arquitecto Julio Vilamajó, quien realizaría lo que sería su última gran obra, con la colaboración del joven arquitecto Miguel Ángel Odriozola y otros colegas.
Vilamajó recorrió el lugar junto a un grupo de paisajistas extranjeros y reunió estudios con una inquietud exhaustiva. Tenía frente a sí los cerros Guazubirá y Bella Vista, de 365 y 325 metros de altura respectivamente. Consideró que la arquitectura estaría íntimamente ligada con los materiales regionales, de tal forma que sea un exponente de los productos del suelo o de la industria local. Entonces, decidió construir sin adaptación topográfica bajo una geometría indiferenciada, tomando la piedra, la madera, el ladrillo de adobe y la paja para los techos de quincho, como materiales fundamentales para las viviendas.
El emblemático Ventorrillo de la Buena Vista, símbolo del lugar, el embalse de agua, proyectado por el Ing. Enrique Stewart Vargas que embalsa las aguas del arroyo Miraflores, formando un espejo de agua de estética formidable.
Los caminos trazados en medio de la naturaleza por el agrimensor Juan José Bernasconi, se transforman en trazas ideales para caminar o cabalgar, haciendo de este lugar un espacio mágico, donde convive la flora y la fauna en perfecto equilibrio.
Villa Serrana fue pensada como un lugar que debía conservarse inmune al desarrollo urbanístico típico de las grandes ciudades. Vilamajó diseñó calles con nombres de árboles (Guazubirá, coronilla, Lantana, Sombra de Toro, Envira, Canelón, Arrayán, Chalchal, Carobá, Molle, Aruera, Tembetarí, Tala), además de las que posteriormente recibieran los nombres de Julio Vilamajó y del agrimensor Juan Bernasconi, ejecutor del trazado de las calles. También eligió plantar árboles con colores diferentes a los de la vegetación silvestre (árboles con hojas caducas para que el otoño se cargase de vivos colores). Se propuso crear un jardín a gran escala cuya diagramación quedase librada a la flora autóctona y al recorrido de otras semillas a través de los picos de los pájaros.
En los primeros años la sociedad propietaria de las tierras plantó cien mil árboles de diferentes variedades: álamos plateados, ciprés calvo, pinos, cedros y eucaliptos, entre otros, con una función ornamental. El proyecto inicial indicaba: “…los propietarios tendrán la obligación de conservar las especies naturales, en una proporción de un árbol cada 125 m². En caso que los solares no estén poblados por estas especies tendrán la obligación de plantar árboles a la proporción indicada”.
En el Valle de la Alegría Vilamajó ideó un mesón o restaurante con el nombre de Ventorrillo de la Buena Vista, obra construida en 1946 y declarada monumento histórico Nacional en 1979. Otro de los edificios ideados por Vilamajó fue el Mesón de las Cañas de 1947, construido sobre la ladera este del cerro Guazubirá, en las cercanías del Ventorrillo de la Buena Vista. Era una hostería de 12 habitaciones con un amplio salón comedor, terrazas a nivel del suelo y una piscina abierta donde disfrutar la frescura del agua sin salir del entorno. Vilamajó dispuso la construcción de los edificios en áreas de altura media, una manera de proteger los valles, las cañadas y su vegetación. Realiza además algunas prescripciones sobre la forma en que se deben realizar las futuras construcciones. Utilización de materiales del lugar buscando ese diálogo entre la arquitectura y el medio sin someterse a las premisas y técnicas desarrolladas en medios industrializados, ajenos a nuestra tradición y buscando también, quizás en forma no consciente, evitar la desaparición de los oficios artesanales y las formas típicas de construcción de la zona. Aparecen aquí los antecedentes a los conceptos modernos de conservación del paisaje y del patrimonio intangible.
Sobre la línea baja del valle fue construido en 1958 un lago artificial, embalse y represa sobre el arroyo Miraflores en la afluencia de la cañada de La Leona. El lago fue denominado Enrique Stewart Vargas, en homenaje a quien lo diseñó. Stewart también construyó la pequeña represa del Baño de la India en uno de los límites al este.
En la actualidad la localidad no sobrepasa las 150 casas de descanso, ubicadas en su mayoría dentro del núcleo más antiguo de Sierra Alta y aún más dispersas en el resto, a las que se suman el Barrio Obrero, un modesto caserío de habitantes permanentes, edificios de servicio público, como un destacamento policial, un albergue, un puñado de pequeños almacenes. Una infraestructura elemental completa las instalaciones existentes. También está el Observatorio Eta Carinae fundado en 1997 por el astrónomo Gonzalo Vicino en la periferia de El Bosque. Cada mes de enero se celebra en éste Observatorio el día del astrónomo amateur.
Gran parte de Villa Serrana aún pertenece a la sociedad original, cuya mayoría accionarial detenta el empresario argentino Germán Pérez. De hecho, en Villa Serrana prácticamente no hay espacios públicos propiamente dichos, no hay plazas, no hay áreas que pertenezcan a la Intendencia, el único espacio público lo ocupa el Ministerio del Interior con la comisaría
La falta de presencia pública se traduce en carencias de infraestructura y servicios básicos, falta de transporte colectivo y carencia de abastecimiento de agua potable. Las calles son de difícil tránsito, incluido el camino de acceso.
Sin embargo, Villa Serrana posee montes indígenas, pájaros multicolores, plantas rastreras, animales en libertad y las interminables caminatas al borde de los arroyos con aguas transparentes y recién brotadas del manantial, frías y bebibles, que transportarán al visitante a sensaciones incomparables.
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